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9.1.11

Encrucijada institucional

Editorial El Deber, publicado 9 de enero 2011

La noche del jueves 6 de enero pasado se realizó la Asamblea de la Cruceñidad prevista para analizar –y eventualmente aprobar- las reformas al Estatuto del Comité pro Santa Cruz, cambios que tienden a una mayor inclusión de otros sectores de la comunidad cruceña, entre ellos, residentes del interior, artesanos, etc.
Como es de conocimiento público, la sesión fue tensa y hasta con momentos de bochorno con amagos de camorra. El acuerdo final transitorio consistió en dejar en manos de la nueva Directiva -que tomará posesión el próximo 26 de febrero-  la potestad de revisar,  aprobar o negar, las reformas presentadas. Este frágil entendimiento logró que las cosas no lleguen a extremos, pero obviamente ha dejado una sensación rara, como de algo inconcluso, sin resultado final. En el transfondo, persiste –aunque sin llamarla así- una profunda crisis institucional en el Comité, venerable entidad cruceña que debe adecuarse con urgencia al tiempo presente y a los días que vendrán.
En sus valientes inicios de la década de los 50 del siglo pasado, el Comité pro Santa Cruz se enfrentaba a un régimen autoritario y archicentralista. Las  memorables jornadas cívicas de ese entonces lograron para Santa Cruz -luego para toda Bolivia- la justa distribución de las regalías petroleras y fueron baluarte del civismo que precisaba en la época lo que era un pueblo postergado en todos los órdenes. Sesenta años después, el panorama se ha modificado sustancialmente. La vieja aldea atrasada, pobre y olvidada que era Santa Cruz de la Sierra se transformó en una urbe pujante -la primera del país- de incesante crecimiento, con alta participación en la economía nacional y con positiva asimilación de cientos de miles de migrantes del interior que acá buscaron (y encontraron) mejor vida que en sus parajes de origen.
Por otro lado y más allá de gustos o disgustos, Bolivia atraviesa cambios cualitativos de magnitud. De los antiguos prefectos nombrados por el omnímodo poder central hemos pasado a  gozar de gobernadores elegidos por el pueblo y la autonomía, aunque por ahora muy limitada y embrionaria, comienza a perfilarse como realidad. Asimismo, la circunstancia de la capital oriental y del propio departamento ha sufrido drásticos cambios en esta era globalizadora. No se puede hoy ni hablar ni actuar como en el pasado. Luego de  más de 60 años de  proficua trayectoria, el Comité Cívico debe “aggiornarse” o corre el riesgo de extinguirse por su falta de adecuación al tiempo presente.
Por otro lado, el Comité mantiene hasta ahora su estructura corporativa mediante la representación de diversos sectores de la sociedad civil. Es representativo sí de esa sociedad en su conjunto, pero ciertamente no es democrático en el sentido llano de la expresión, ya que no refleja un voto popular sino el consenso de las organizaciones que lo forman. Éste es un punto importante que hay que analizarlo con total objetividad en el marco del actual proceso de adecuación.
De ser la quinta rueda de la política, como ha venido sucediendo en los últimos años, el Comité debe volver a ser la primer y esencial rueda de las legítimas reivindicaciones regionales. Es hora de retomar el verdadero sentido del Comité: la sana lucha por cosas positivas para la ciudad y para Santa Cruz como un todo. La mezcla con la política no ha sido buena. Generó más problemas que beneficios.
Hay que seguir con atención lo que sucederá próximamente en la máxima entidad cívica cruceña. El pueblo quiere un Comité fuerte sí, incluyente también, pero dedicado a lo suyo, sin inmiscuirse tanto en la  política y con mayor dedicación para solucionar los innumerables problemas  locales que aún  nos aquejan.

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