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16.1.11

Inflación revolucionaria, un gran autogol

Gonzalo Chávez. http://www.paginasiete.bo/

Es difícil imaginar un momento en la historia económica de Bolivia donde en tan poco tiempo, cinco días, se haya metido tantas veces la pata, gasolinazo y reculazo. En términos futbolísticos, transcurrían 38 minutos del partido, el equipo del Gobierno ganaba ampliamente, alentado por buena parte de la hinchada.

En el campo de la oposición, un plantel débil, desarticulado, sin ideas, con la mayoría de sus jugadores cansados y perseguidos, apenas resistía. De repente, los dizque más habilosos jugadores del oficialismo, que presumían de estar dando cátedra de economía y política, elaboran, con un raro talento, un autogol de gran factura. Desde media cancha, sale un furibundo remate allá donde sólo llegan las arañas. ¡Goooooool¡, salen corriendo, puño en alto, a buscar el abrazo de la barra y se encuentran con botellazos y duras reprimendas desde las graderías: “Falsos revolucionarios. Neoliberales”.

Se han escrito Choqueyapus de tinta buscando explicaciones al gasoli-reculazo: el contrabando, los problemas fiscales ocultos del Gobierno, el fracaso de la nacionalización que no atrajo inversiones para producir líquidos, el muyu muyu ideológico y otros. Pero independientemente de las razones, la medida marca un antes y un después en la política y la economía. Me concentraré en esta última. Veamos los efectos de corto plazo: una fuerte inflación de expectativas.

Un elemento central en economía es el manejo de las expectativas de los agentes económicos, un nombre feo para denominar las reacciones psicológicas de consumidores, productores, comerciantes, empresas, y trabajadores frente a eventos económicos. Hasta el 26 de diciembre, existía una estructura de precios relativos relativamente ordenada que orientaba las compras y las ventas, de personas y empresas, en los diferentes mercados.

A esta geografía de precios relativos correspondía una distribución ingreso. Los precios se reajustaban en función a la abundancia o escasez de servicios y/o productos, o respondiendo a algún choque de oferta (desastres naturales, por ejemplo). Los salarios se recomponían en base a inflación del año anterior más algún aumento real.

En general, precios y salarios se formaban en base a las expectativas adaptativas, es decir, mirando el comportamiento de estas variables en el pasado inmediato, pero también observando el comportamiento a futuro de ciertos precios clave, como la gasolina y el tipo de cambio. A esta forma en que los agentes económicos leen la economía, buscando adelantarse a los aumentos de ciertos costos como la gasolina por ejemplo, se llaman expectativas racionales. Empresas y trabajadores buscan reajustar, precios y salarios mirando a un futuro que se pinta negro.

La gasoli-reculazo rompió con la manera en que se formaban las expectativas y produjo una ruptura en al estructura de precios relativos. En la economía nacional se instauró un conflicto distributivo, donde los agentes económicos reajustan precios de manera defensiva, pensando que pueden adelantarse a la inflación futura, pero si todos hacen lo mismo, el resultado es más inflación, y pérdida de bienestar generalizada.

Los reajustes de precios unilaterales se convierten en un juego no cooperativo entre los diferentes agentes económicos. Yo ajusto mi precio, que es el costo de otro, éste también a su vez, repasa el costo a su precio. La espiral costos – precios está activada. Después del gasoli-reculazo son las expectativas racionales, aquellas que miran hacia delante, las que orientan las decisiones de los agentes económicos y pesan más que las expectativas adaptativas, aquellas que ven la economía por el espejo retrovisor.

Además, la bola de nieve la inflación se alimenta del miedo, la incertidumbre y de las declaraciones poco afortunadas de altos funcionarios del Gobierno, que siguen colocando gasolina al fuego de la espiral de precios diciendo que: “tarde o temprano tendrá que ajustarse los precios de la gasolina o que la nivelación de precios es cuestión de tiempo”. Desde el árbol del poder se pierden excelentes oportunidades para quedarse callados. En este caso, el silencio es salud económica.

La intensidad de los reajustes de precios y su sostenibilidad dependen del tipo de mercados en los que actúan los agentes económicos. En mercados más competitivos, los ajustes defensivos de precios son menores y no perduran en el tiempo. Donde hay muchos ofertantes es más difícil hacerse el vivo.

En los mercados con estructuras monopólicas, donde existe mayor capacidad de fijar precios, éstos tienden a ser más altos e inflexibles a la baja. Frente a la inflación de expectativas, el ajuste realizado sólo por el mercado es lento y perjudica a los más pobres que no tienen mecanismo de defensa en la corrida precios – ingresos.

Una alternativa al ajuste neoliberal sería un pacto económico propiciado por el Gobierno, con la participación de gremios empresarios, sindicatos y otras organizaciones de la sociedad. El primer desafío podría ser la reconstrucción más ordenada de la nueva geografía de precios. Adicionalmente, se requiere de un golpe de timón en el manejo de la política económica y social y la recuperación de la credibilidad de las políticas públicas.

Desde la cúpula del poder, el gasoli-reculazo fue presentado como una victoria porque se habría escuchado al pueblo, pero el doble decretazo no impidió que la inflación, alimentada por expectativas, atacara los bolsillos de las personas. Como diría Pirro: Adelante compañeros. Con otra victoria como ésta estamos perdidos.

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