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22.4.15

América Latina tiene el reto de unirse para enfrentar la crisis climática

Lima, 09 de diciembre 2014 
Svetlana Salvatierra, corresponsal de Oxígeno.- 
“Los países de América Latina estamos divididos. Hay grandes divisiones ideológicas en función a usar o no los instrumentos financieros para enfrentar los cambios sociales y ambientales en ese juego de norte y sur. Brasil tiene posiciones más ambiciosas (solo) que junto a países de la región”, sostiene Ana Toni, representante de Greenpeace International Brasil, en un encuentro con periodistas latinoamericanos reunidos en el taller sobre Cambio climático, agenda ambiental y medios, organizado por la Fundación Friedrich Ebert Stiftung, en Lima.
Las economías de la región destacan por ser extractivistas y exportadoras de materias primas y aunque en los últimos años han logrado reducciones importantes de la pobreza, Toni advierte que las políticas implementadas para el desarrollo no están directamente relacionadas a enfrentar la crisis climática. “Cero pobreza Cero emisiones de carbono”, es el objetivo para evitar cambios climáticos drásticos que provoquen un retorno a la pobreza. Para muestra un botón: las noticias de las inundaciones y perdida de cultivos para pequeños agricultores e indígenas son una alerta respecto a las acciones regionales para cuidar los ecosistemas.
La COP 20 es una oportunidad, destaca Toni. “Esta decisión común debería apuntar  a entender que dentro de la región hay diferencias inmensas de emisión (de gases efecto invernadero) y de responsabilidades. La desigualdad es real y debe estar claro en la Convención. Brasil tiene una responsabilidad mayor que otros países de la región y sus responsabilidades tienen que ser vinculantes y debe incluir mitigación” y no sólo medidas de adaptación a los cambios climáticos.
Enfatiza que “muchas de las industrias petroleras o mineras son subsidiadas con apoyo de dinero público y en muchos casos son empresas públicas”. Cuestiona sobre el destino futuro de esos recursos que no están dirigidos a otras energías que faciliten una industria exportadora con tecnología, innovación y bajo uso de carbono. Sin embargo, advierte  que para avanzar en esa transición energética no se puede separar a los poderes políticos que en la actualidad tienen más “ligaciones políticas” con las de hidrocarburos que las empresas solares o eólicas.
Hace 20 años, los países se reúnen anualmente para intentar lograr acuerdos y evitar que la crisis climática se expanda. La Conferencia de las Partes (COP por sus siglas en inglés) es el órgano supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC o UNFCCC por sus siglas en inglés). En 1994 acordaron reducir las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera que están provocando deshielos en los polos, perdida de los nevados que eran fuentes de agua dulce, inundaciones de islas, impactos en los océanos y elevación del calor en el planeta y otros efectos que provocan perdida de vidas humanas y de formas de vida.
Este año, China y Estados Unidos, países que hace años no se sumaron al Protocolo de Kioto para aportar en contaminar menos al planeta, este año decidieron cambiar el discurso. Este giro puede dar una nueva esperanza en la lucha contra la crisis climática. Empero, los especialistas esperan a ver cuál será el aporte de estos países en el acuerdo final de la COP20.
Es la última opción. El acuerdo que se logre en Lima, será el borrador final para la COP 21 que se realizará en París el próximo año. Debe ser la última COP para firmar  acuerdos vinculantes, es decir obligatorios para todos los países sin distinción, manifestó Yolanda Kakabadse, presidenta de WWF.
Cambiar el estilo de vida
Las soluciones deben dirigirse a un cambio en el estilo de vida de los seres humanos. “Necesitamos un nuevo contrato social que cambie el modelo productivo actual que vive de la explotación desmesurada de los recursos naturales sin pensar en los costos sociales”, advierte Alfred Stoll, representante de la Fundación Friedrich Ebert en Perú. 
Sin embargo, “falta mayor participación ciudadana para ser parte de las soluciones”, sostiene Kakabadse, presidenta de WWF, una ecuatoriana que fue ministra y participó en anteriores reuniones de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP20). Hay que seguir el ejemplo de las acciones que han dado resultado como la demanda de no construcción de la carretera que iba a atravesar el TIPNIS. “Y ese es un gran logro”, asegura.
Pero está segura que el acceso a información clara puede generar acciones para cambios de comportamiento en la población. “No se puede dejar las decisiones sólo a las autoridades”. Un ejemplo tiene que ver con los estilos de vida en las urbes: “si la tercera parte del desperdicio de alimentos no se desperdiciara cada día, 800 millones de personas hambrientas comerían. La pregunta es ¿necesitamos dejar de producir alimentos o necesitamos cambiar el comportamiento de los ciudadanos respecto al desperdicio? 43% de la comida empacada se va a la basura en el mundo, alerta, no importa si es un tarro de frijoles o una lechuga embolsada o un jugo de soya. Cada vez que boto algo contribuyo al hambre del mundo. “Más vendo, más me enriquezco, más satisfago la adquisición de bienes, es un circulo vicioso que hay que cuestionar”.
Esto implica tener más cultivos y ampliar la frontera agrícola. Pero detrás de esto se esconde la destrucción de ecosistemas que impactan en el medio ambiente: tala de bosques, destrucción de fuentes de agua, acaparamiento de tierras, pobreza, migración y más pobreza. “Mantener la naturaleza es mantener calidad de vida”, eso es lo que los ecologistas no hemos logrado hacer entender cuestiona la activista Kakabadse.
En las negociaciones de la COP falta vincular el cambio climático como consecuencia de la destrucción de los ecosistemas y la sobrexplotación de los recursos. “Eso hay que recuperar e insertar en los proceso de toma de decisión”, enfatizó. Y entender que “todos estamos en el mismo barco. Cada uno de nuestro países tienen responsabilidades que cumplir con su propia población, con su propio futuro. No podemos cruzarnos de brazos porque al final va a tocar pagar la cuenta, ya sea para el agua, los servicios básicos, de alimentación de techo, de oportunidades de trabajo. No podemos esperar a decir que los países ricos no están actuando y yo tampoco lo haré”. Este es otro de los temas que se va a negociar: las agendas nacionales de lucha contra el cambio climático frente a la agenda mundial en la que todos los países deberían estar comprometidos.
La urgencia de la crisis climática es dramática. Advierte que el 4% del potencial de la energía renovable podría satisfacer las necesidades de energía para los siguientes 20 años. Sin embargo, la explotación de hidrocarburos marca la matriz energética de los países de la región.  Apostar por la energía renovable como la eólica o solar es un imperativo y ejemplo hay varios en el mundo y en América Latina y compiten con precios más baratos. “El problema es que en países como Bolivia hay subsidios a los combustibles fósiles (gasolina, gas licuado de petróleo). Es absolutamente inaceptable”, manifiesta Kakabadse.
Energía renovable para cultivar alimentos
Pedro Gamio, director de Energías Renovables y ex ministro de Energía de Perú, manifestó que en la matriz primaria energética, las energía renovables representan el 25% del total frente a las fósiles, donde el diesel tiene un gran protagonismo. “El reto esta en reducir la dependencia al diesel. Hoy se puede hacer y la discusión está en reducir al 50% hasta el 2025”.
Y la agricultura necesita superar la brecha tecnológica con eficiencia y acceso a últimas tecnologías limpias. “En cuatro siglos de capitalismo hemos perdido la conexión con la Madre Naturaleza”, sostiene en la vocera de la Comisión Política de la Cumbre para los Pueblos. “Ampliar la frontera agrícola o uso de tierras para explotación de recursos naturales está en el debate para evitar la destrucción de los bosques de la Amazonia y el pulmón del planeta. Pensar que los bosques vírgenes son tierras ociosas y el colonizarlas sin políticas adecuadas de explotación racional para que la gente viva allí y que no implique depredación y tala indiscriminada. Hay que revisar las concesiones por el mercado de carbono para mantenerlas porque no está funcionando, manifestó. “No queremos falsas soluciones”, asegura.

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