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15.4.15

“Mi piel se caía y sangraba…luego aprendí a comer”

Svetlana Salvatierra



A Carlos le transmitieron el VIH en una noche de copas y tardó un año en enterarse. Tuvo que llegar a Infectología para cambiar su alimentación. Un estudio apoyado por el PMA impulsó la inclusión de la nutrición en la atención integral de salud en el Sedevir.

Carlos tuvo que sentir que su piel se caía y sangraba para cambiar su alimentación. Ahora, con apoyo de su familia, es un paciente con VIH con defensas altas que le permiten hacer una vida normal y llegar al Sedevir en La Paz para contar su historia.

En el Centro Piloto, ubicado al inicio de la autopista a El Alto, está el consultorio de la nutricionista Isela Patón, una de dos profesionales que desde hace una década insisten en la importancia de que la nutrición se incluya en la atención integral a los pacientes con VIH-SIDA. Carlos es uno del millar que atiende en la ciudad de La Paz.

“Mi diagnostico fue en 2008, en un centro privado, y lo único importante era la medicación. Pasaron dos años y me trajeron al Sedevir para que me hicieran un tratamiento retroviral. Luego de otros dos años me interné en el hospital por infección a los medicamentos. Tenía una alergia, un RAM fuerte a los medicamentos. Y ahí aprendo el valor que tienen los alimentos. Me decían menos grasas, menos gaseosas, pero no le tomaba importancia hasta que el médico infectologo me explicó”, recuerda Carlos. Es un joven de 24 años, delgado y parsimonioso al conversar.

Una noche tomó sus medicamentos y al amanecer su organismo reaccionó muy mal. Patón explica que ese RAM es fuerte y provoca el Steve Jhonson; es una alergia a la nebirapina; los pacientes pierden la primera piel, es como si te hubieras hecho una quemadura de primer grado. “Era terrible, no solo se pelaba sino que sangraba. Era una infección terrible. No podía comer porque adentro sangraba y en el primer mes no consumía nada, al mes ya pude comer algo con bombilla. Al segundo mes empecé a mejorar. Estuve tres meses y medio. El dolor era fuerte en los pies. No podía ir al baño porque los genitales también sufrieron. Era horrible. Además, el infectólogo me dijo: te quedas en Emergencia porque te puedes contagiar de otras cosas.  Ese era mi mayor temor porque la persona que estaba a mi lado falleció”, cuenta Carlos.

Carlos fue uno de los pacientes que recibió la canasta de alimentos del PMA y aprendió a cocinar para vivir, como todos los pacientes que pasaron los talleres de nutrición. “En el consultorio nutricional atendemos exclusivamente a pacientes VIH positivos, a mujeres embarazadas que están con la enfermedad y niños expuestos al VIH o diagnosticados VIH. Hago una valoración nutricional completa que me ayude a poder ver en qué estado se encuentra el paciente para apoyar a los retrovirales. Todos los días de su vida tiene que tomar retrovirales que son medicamentos que agarran al virus para que no les haga daño, detienen la enfermedad. Son químicos muy fuertes. Yo les digo que cuando los toman son como quimioterapias para toda su vida. Y les produce hepatitis medicamentosa, gastritis, nauseas, vómitos y otros. Les damos una dieta (diferente para cada persona) para aceptar de mejor manera el medicamento retroviral”. Isela Patón, ingresó al SEDES en 2006 por concurso de méritos.

Destaca que ahora la nutrición ya está dentro del flujo de atención médica en los Sedevir de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz, pero falta llegar a más centros de salud con este concepto. “Al inicio trabajé un año apoyando a Jimena Rojas, la nutricionista que atiende Cochabamba y Santa Cruz, que hizo el diagnóstico para el PMA”.

Mónica Viaña, Oficial de Nutrición en el PMA, recuerda que el estudio determinó que los pacientes tenían algún problema de tipo alimentario, bajos ingresos, bajo nivel educativo y otros factores que incidían en una inadecuada alimentación que los afectaba en su medicación. “Un paciente con VIH necesita entre un 10 y 20 por ciento extra de proteína y energía expresada en kilocalorías, que puede aparentar no ser mucho en volumen pero necesita que sea una alimentación bien balanceada. 

Optamos por el grano de soya y se les enseñó a hacer una variedad de preparaciones”. La canasta básica que se entregó durante 20 meses incluía soya, arroz, aceite fortificado con vitamina A y sal yodada con flúor. Atendieron a unas 700 personas de forma regular. El requisito era que se hagan el control con el doctor y con la nutricionista.  


Los linfocitos T CD4 alertan
Ahora, las multivitaminas, la leche maternizada y otros minerales son un gancho para los pacientes. “Las damos a pacientes con T CD4 menor a 200 y en etapa SIDA. Los linfocitos T CD4 son los que dicen cuánto de defensas tiene el cuerpo. Una persona que no tenga el virus del VIH está en 1.200 y 1.500 T CD4. Hay pacientes con VIH que llegan con uno, cinco, diez T CD4; otros que tienen 800 están más estables. Les hago la valoración y ya se acostumbraron a que esta información debe estar en sus historias clínicas, lo que no sucede en otros centros de salud”, lamenta.

En La Paz tienen 1.620 historias abiertas; en El Alto hay unas 800 historias clínicas. Cada día atienden entre 10 y 15 pacientes en La Paz. Toman más tiempo conversando de la vida de sus pacientes. “Es bien difícil que las nutricionistas quieran trabajar… Nosotras mismas hemos sido discriminadas. Cuando este edificio fue remodelado nos dijeron sálganse y trabajen afuera. El mismo personal de salud como la población cercana, nos ha discriminado. ¡Ah! ¡No! ¡Van a venir pacientes VIH positivos! ¡Los sidosos (antes decían eso)! Atendíamos en los pasillos porque no teníamos oficinas”, rememora Patón. El consultorio fue equipado con apoyo de Misión Alianza Noruega.

Cuando iniciaba este artículo me acerqué a preguntar por la nutricionista y la respuesta del recepcionista fue de mala manera. Abajo, las sillas que quedan cerca del consultorio son utilizadas por los pacientes con VIH y el resto de la gente se sienta en las sillas cercanas a la puerta. Y me senté en esas sillas (sin saber) y conversé con una madre joven y alcé a su bebé mientras ella arreglaba su aguayo para volver a cargarlo. Las miradas de horror no se hicieron esperar, tampoco un extraño cuchicheo. Luego de la entrevista entendí el motivo. El niño tiene VIH, su madre también, pero no se enteraron hasta que nació. Su marido los contagió. Ella prefirió decir que su hijo tiene problemas de alimentación y que por eso asiste al consultorio.

“Ahora es mandatorio que una mujer antes de dar a luz se haga la prueba del VIH. Si se le detecta el VIH se puede hacer todos los tratamientos para que los niños no se contagien. Y tenemos varias mamás positivas pero sus bebés son negativos. Esta es una forma de hacer prevención en los servicios de salud”, destaca Mónica Viaña que desde el PMA continuarán impulsando la formación de nutricionistas que atiendan a este tipo de pacientes.

En el Sedevir La Paz son 33 profesionales y en El Alto 22, quienes trabajan con la temática VIH. Son psicólogos, trabajadoras sociales, médicos, enfermeras y auxiliares de enfermería, limpieza, portero, chofer.

El menú por etapas
La calidad de la alimentación tiene que ser la misma para las etapas VIH y SIDA. La diferencia es que en la etapa SIDA, cuando están postrados en cama los alimentos que ingieren tienen que ser del tipo papillas, licuados. Cuando ya no pueden tragar, se utilizan sondas.

En la etapa VIH para subir las defensas se tienen que alimentar con más frutas y verduras. El menú ideal para mejorar las defensas depende de cómo está el hígado, el riñón, el páncreas, si tiene o no anemia. Con las pruebas de laboratorio normales, un T CD4 con 200 puede desayunar un jugo de frutas con leche; avena con leche, quinua, amaranto, pito de cebada o willkaparu; también un zumo de zanahoria; acompañar con pan o galletitas de agua. Puede aumentar las proteínas con un poco de carne o pollo en un sandwich.

A media mañana puede consumir un picadito de frutas con yogur. No es recomendable comer frutas en la tarde porque no se aprovechan las vitaminas de las frutas, advierte la nutricionista. En el almuerzo aconseja variar el orden: primero las frutas, luego un poco de verduras, la sopa, el segundo y un jugo hervido. La linaza ayuda como protector gástrico, en casi todos los casos. Por ejemplo a Carlos le genera acidez y prefiere el jugo de sandía para no vomitar los medicamentos.

“Estoy en etapa VIH con 200 copias de virus en mi cuerpo. Es controlable. Estoy por debajo de un nivel de transmisión. Mis defensas están altas, por encima de las 1.800 copias. Cuando llegué tenía más virus que defensas, por excesivo uso del alcohol, las trasnochadas. Mi recomendación a las personas que leerán este artículo es cuidarse, cuidarse y siempre cuidarse. Por mi experiencia el VIH no es algo que te vaya a matar, uno mismo se va matando”, propone Carlos.


Una noche de copas…
“Normalmente en el Colectivo GLTB somos sexuales muy abiertamente, pero a veces en las discotecas, antros como les llamamos, hay HSH que tienen VIH y lo transmiten. Antes de que pase todo, asistía a una discoteca, estaba saliendo en esa época con una pareja fija pero se fue a su casa y yo me quede a bailar y conocí a una persona con la que tomamos y tuvimos relaciones más tarde. Un año después, seguía frecuentando los antros. Entre los mismos gays hay rumores y escuché comentarios: Carlitos tuvo relaciones con la loca PVV, de seguro ya debe tener VIH. Eso me paralizó y me fui a hacer la prueba. El era dirigente del colectivo, tenía VIH y me lo transmitió sabiendo que tenía el virus. Aquí, nos chocamos una vez cuando vine a hacerme mis laboratorios. Soy PVV y no puedo reclamarle, además ni cómo solucionar el problema”. No quiso dar el nombre.

HSH significa hombres que tienen sexo con hombres. Es decir homosexual en forma abreviada, aclara Carlos. En el mismo sentido, PVV significa personas que viven con VIH. “Ya tengo 24 años, no frecuento antros. Me gusta estar más en casa y tener parejas sexuales fijas. Somos cuatro amigos que entre nosotros tenemos relaciones. Dos somos PVV. La mayoría de nosotros los HSH no somos conservadores. Los profesores, la religión, los médicos, te hacen sentir como si fueras un monstruo, que eres anormal y no deberías estar aquí. Lo único que quería era que mis padres me aceptaran y me aceptaron”.



Una versión editada se publicó en la revista Lo que se Calló, en el tercer número publicado en diciembre de 2014.




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