“Llegan camiones de toda Cuba, unos 80 cada día”, dijo a la AFP Argelio
Méndez, encargado del “Mercado de Abastos” de la Calle 114 de Marianao,
un municipio del oeste de La Habana.
Explicó que los “principales compradores” son dueños de puestos en
mercados minoristas agrarios, de carretas de mano que venden vegetales
en la calle y de restaurantes privados, que como el Mercado de Abastos
operan bajo las leyes de oferta y demanda, una novedad en la isla
comunista.
“Todo lo
compro aquí porque ellos tienen productos de muy buena calidad y buenos
precios”, dijo el carretonero Iván García, quien acababa de adquirir
“una docena de racimos de plátanos y dos cajas de excelentes mangos”.
Durante medio siglo la empresa estatal “Acopio” fue la única encargada
de comprar y distribuir toda la producción de las fincas estatales, las
cooperativas y los campesinos privados del país, a partir de acuerdos
sobre volumen y precios establecidos al inicio de las cosechas. Pero
este sistema era muy ineficiente, había pérdidas y deterioro de los
alimentos por retrasos en la distribución, por lo que los agricultores
reclamaban el fin del monopolio estatal.
Como parte de las reformas económicas, el presidente Raúl Castro
autorizó a fines de 2011 a los campesinos a vender sus cosechas a
hoteles y en julio facultó a todos los productores agrícolas de la isla a
comercializar libremente sus remanentes después de cumplir sus
contratos con el Estado. Los agricultores están contentos de vender sus
productos en el mercado mayorista de la Calle 114, aunque el lugar
carece de instalaciones, salvo un contenedor que sirve de oficina.
Lo que no les gusta es el horario, pues funciona desde las 17.00 hasta
las 08.00 del día siguiente, lo que causa filas de camiones esperando
largas horas antes de entrar a ofrecer sus aguacates, papayas, plátanos,
ajos y cebollas. “Aquí no puedes vender ni un diente de ajo hasta que
no abra el mercado, son las reglas”, declaró a la AFP Joel Vázquez, de
20 años, mientras esperaba que abriera el centro de abasto después de
llegar desde Güira de Melena, 40 kilómetros al sur de la capital, con un
camión lleno de plátanos, boniatos y ajo.
A pocos metros, Rony, de 29 años, permanecía bajo su viejo camión Ford
para protegerse del sol que castigaba “sin piedad” su cargamento de 85
sacos “de naranjas y limones de primera calidad”. “Si el horario no
fuera tan limitado, quizás ya estuviera (de regreso) en casa”, se quejó;
Rony condujo 130 kilómetros desde Jagüey Grande.
Actualmente se construye un nuevo mercado mayorista en La Habana, El
Trigal, con capacidad para 250 camiones, que será techado y tendrá
cafetería y otros servicios. Funcionará en Boyeros, municipio donde está
el aeropuerto de La Habana, y acogerá a los camiones que ahora venden
en la Calle 114. A él podrán “acudir los compradores estatales como los
no estatales”, dijo el vicepresidente Marino Murillo, responsable de las
reformas económicas.
El
Gobierno dio luz verde en julio al comercio mayorista. Las ventas por
mayor operaban experimentalmente desde marzo en la Isla de la Juventud,
de 85.000 habitantes, situada en el mar Caribe a 130 km al sur de La
Habana.
Las autoridades
esperan que con el mercado mayorista, el reparto de tierras ociosas y
créditos blandos aumente la producción agrícola y bajen las
importaciones de alimentos, que ascienden a $us 1.900 millones al año.
La isla importa el 80% de lo que comen sus 11,1 millones de habitantes.
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