La Razón
Revista Escape
Svetlana Salvatierra
5 agosto 2012
Un amanecer nublado en Caracas. Llueve
torrencialmente. Al mediodía, en la aristocrática casa de los Bolívar y
Palacios nace el cuarto hijo: Simón José Antonio de la Santísima
Trinidad. Tez morena y cabello negro, al igual que su hermana mayor,
María Antonia; sus hermanos Juana y Juan Vicente son rubios y de piel
clara. Escampa y en la tarde sale el sol. Es el 24 de julio de 1783.
Sábado por la mañana. Sol de invierno. 14 de julio de 2012. Gente que
va y viene con prisa en la peatonal avenida Oeste 2. De pronto se
escucha un sonoro —¡Bienvenidos! Y aparece el rojo del impecable
uniforme militar. ¡Es Bolívar! “¡Una foto, sí, una foto! expresan con
entusiasmo los turistas, nacionales y extranjeros. Un poco más rubio y
pintando canas, el amable actor venezolano posa y luego invita a un
recorrido por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de
Venezuela.
El 19 de abril de 1810, Jueves Santo, es
el “punto originario de la soberanía nacional, al declarar finalmente la
Independencia absoluta de Venezuela el 5 de julio. Es lo que lograron
los representantes del Supremo Congreso”, destaca en el folleto
turístico de la edición facsimilar del Acta de la Independencia de
Venezuela. El documento fue firmado en la capilla de Santa Rosa de Lima.
Una cuadra más allá está la plaza principal —con
una escultura ecuestre del Libertador—. En medio del bullicio se avanza
por la calle peatonal y llama la atención una pequeña calle empedrada,
sin el asfalto de la gran urbe, que se abre al lado derecho de la
pequeña plaza San Jacinto. El silencio empieza a imponerse. Se alza una
construcción antigua, muy bien cuidada en relación con las otras
viviendas históricas. En la fachada se descubre el grabado en un pequeño
mármol: “Casa Natal del Libertador Simón Bolívar”.
Es de estilo colonial, con amplios corredores. Al ingresar no hay más
ruido. En medio del patio principal se destaca la pila en la que fue
bautizado Bolívar seis días después de nacer. El objeto fue llevado a la
casa desde la capilla de la Santísima Trinidad, donde se celebró el
sacramento. El padrino de bautismo fue Feliciano Palacios y Sojo; el de
confirmación y tutor años después, Esteban Palacios y Blanco, y el
presbítero Juan Félix Jerez y Aristiguieta, quien celebró la ceremonia
bautismal, le dejaría luego considerable fortuna.
En
ese patio jugaba al palito mantequillero, el gárgaro malojo, la
gallinita ciega y al escondite. “Jugaba en el primer patio y en el
jardín de los granados, cuyos troncos curvos y espigados, cual ascéticas
figuras del Greco, eran visitados por capanegras de tímido piar. Por
las mañanas acompañaba a Hipólita y su morena compañera Matea al fondo,
al patio de los cuatro pinos, donde en las piletas improvisadas junto a
la acequia que traía el agua desde el cerro del Ávila, bajo los fugaces
aleteos de algunos azulejos, se lavaba la ropa de la casa y las criadas
chismorreaban con picardía sobre amos y esclavos”, relata José Ignacio
García Hamilton en Simón. Vida de Bolívar.La casa es de una sola planta,
tiene varios patios rodeados por amplios corredores y 14 habitaciones.
La sala principal, la alcoba donde nació Bolívar y el gabinete donde su
padre trabajaba ocupan la parte frontal. Allí se guardan los murales del
pintor venezolano Tito Salas, que retratan la vida familiar del niño
Simón y las principales batallas del Libertador.
En
el segundo patio está la cocina. En el último patio se encuentra el
pequeño corral-lavadero y la caballeriza. Si uno viaja en el tiempo,
puede escuchar el ruido del galope de los caballos. Simón ya era un
experto en montar a los ocho años.
“Leche fresca de
la vaca que pastorea en el patio trasero; el arroz con leche
condimentado con clavos y canela; los dulces de coco que prepara la
negra Hipólita; los esponjosos suspiros a base de huevo batido y
papelón; el majarete, y el plato de fruta que nunca podía faltar con los
jugosos nísperos que tanto gustan a Bolívar niño, constituían las
meriendas que a diario saboreaban los niños todas las tardes… Mientras
Bolívar niño come la merienda, los otros niños, hijos de los esclavos de
la familia Bolívar, aprovechan para jugar con los soldados de plomo
esparcidos en el patio…”, describe Jorge Mier Hoffman, un
bolivarianólogo, en tedejo.wordpress.com.
Muerte y riqueza
Los visitantes pueden acercarse al ajayu de la casa de Bolívar y a sus
ideales que se contienen en ese espacio histórico de América Latina.
Objetos personales y vestimentas del Libertador son infaltables. En una
vitrina se expone un pañuelo blanco de su madre.
La
casa se construyó en 1643 y fue ocupada por la familia Bolívar y
Palacios hasta el fallecimiento de la madre en 1792. Siguió
perteneciendo a un familiar, Juan de la Madriz, hasta 1876. Antonio
Guzmán Blanco la habitó en 1876; fue presidente de Venezuela. Luego fue
donada al Estado en 1912. Su reconstrucción empezó cuatro años después.
Se abrió las puertas al público en 1921. Fue declarada Monumento
Nacional en 2002. Sus puertas se reabrieron en 2011, luego de dos años
de ejecución de un proyecto de restauración.
María
de La Concepción Palacios y Blancos tenía 24 años cuando fue madre de
Simón Bolívar. Su padre, Juan Vicente Bolívar y Ponce, 56. Cuando éste
murió, el 19 de enero de 1786, Simón tenía dos años y medio. La viuda
dejaría también a sus hijos unos seis años más tarde. La tuberculosis se
llevó a la mujer, hija de una familia rica. Bolívar tenía nueve años.
Jacobo Libermann, en Tiempo de Bolívar, señala que por el lado de su
madre heredó una corriente de sangre de la Vieja Castilla y por el lado
paterno tenía algunas gotas de sangre mulata. Se describe a Bolívar con
“tez cetrina, el cabello priteo y la desmirriada estampa que tenía”.
Años atrás, la familia paterna había intentado comprar un marquesado,
pero hubo un inconveniente ante la Corona: “los papeles que acreditaban
su pureza de sangre y tradición de hidalguía” mostraban que Josefa Marín
de Narvaes, bisabuela del Libertador, era hija de Francisco Marín y
Narvaes y una “doncella desconocida”, y que su hermano se había casado
con una negra, relata García Hamilton.
“Con sus nueve
años de edad, Simón estaba más preocupado por su soledad que por los
abolengos, sobre todo porque presentía que también su abuelo se
aprestaba a dejar la escena. Sintiéndose enfermo, Feliciano citó a sus
dos nietos varones, les contó de su mal estado de salud y les preguntó a
quiénes preferían tener como tutores: Juan Vicente eligió a su tío Juan
Palacios y Simón, a Esteban”, precisa García Hamilton en la biografía
novelada.
La negra Hipólita
Cuando la enfermedad se presentó en la madre, la esclava Hipólita ayudó
en la crianza de Simón. Lo cuidó y le dio su afecto. Éste le escribe a
su hermana: “Te mando una carta de mi madre Hipólita, le des todo lo que
ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche
ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella”.Simón tenía
un contingente militar de figuras exquisitamente talladas en plomo,
algunas de ellas se pueden ver en las vitrinas de la Casa Museo. Su tío
Esteban se las envió cuando cumplió los siete años. “Batallar con
soldados de plomo era el juego predilecto de Bolívar niño: Pasaba toda
la tarde planificando mil batallas, como si su Yo interior le vaticinara
el destino que le deparaba la independencia de seis naciones, para
desterrar por la fuerza de la guerra, el imperialismo salvaje y
avasallador que instauró España en el Nuevo Mundo…”, interpreta Jorge
Mier.
Bolívar le concedió a Hipólita, como al resto
de sus esclavos, la libertad. Había ganado la Batalla de Carabobo el 24
de junio, al mando de la tropa de los independentistas contra el
ejército realista.
A sus 15 años de edad empezó la
aventura, el 19 de enero de 1799, cuando viajaba a España a bordo del
buque San Ildefonso, con escala en Cuba. “Durante la travesía todo
parecía marchar bien, hasta que en el horizonte, desde la vela mayor, el
marinero avista barcos piratas con su insigne bandera negra que tanto
identificó al célebre Tirano Aguirre (…) son barcos Corsarios protegidos
por la monarquía inglesa, que asaltaban, robaban y asesinaban
impunemente en nombre de Inglaterra; y en especial si se trataban de
barcos con bandera española (…). De inmediato, su capitán José Borjas
ordena izar velas rumbo al Golfo de México para evadir el ataque
pirata”.
Ese relato de Mier explica también que
“curiosamente, la independencia de las naciones americanas fue un duro
golpe para la piratería, ya que cesaban los barcos que viajaban a Europa
llevando fabulosos tesoros (…). Los barcos comerciales pasaron a ser
presa de los piratas que buscaban desesperadamente nuevas víctimas”.
“La marina llama toda mi atención, y es objeto de mis frecuentes
meditaciones, de qué arbitrios deberé servirme para proporcionar a
vuestra excelencia los caudales necesarios para la adquisición de buques
mayores y lanchas cañoneras”. Este escrito de Bolívar es parte de una
comunicación que dirige al almirante Luis Brion desde San Cristóbal el
13 de abril de 1820, en su condición de primer Almirante de la Gran
Colombia y Capitán General del Ejército Libertador.
“¡Huérfano, inmensamente rico, malcriado y analfabeto!”, describe
Libermann al muchacho. “Para tíos, abuelos, tutores y maestros, Bolívar
era un problema y un terrible dolor de cabeza. El chico era
ingobernable. Solamente se sentía en armonía y contento trepando árboles
en la finca, con esclavos cortadores de caña y cosecheros de cacao,
montando a caballo...”.
“El mozalbete era un trueno.
Salía de la casa, en la plaza de San Jacinto, y se enredaba en la calle
con una banda de muchachos que hacían de la vía pública su escuela.
Aquello tenía que concluir!”. Tenía nueve años y no sabía ni leer ni
escribir. Su primer maestro, el cura capuchino padre Andujar, no logró
interesarlo en las aritméticas y la ortografía.
Esa
plaza se llena hoy, cada sábado, de mesas de venta de bolsos tejidos,
adornos de cuero, pequeños cuadros con vistas del mar o calles antiguas
de Caracas, santos y velas.
En la calle paralela a la Casa Museo se alza un mercado, donde no faltan ropa y cosméticos, tampoco juguetes made in China.
En Páginas sobre Bolívar, José Roberto Arce recuerda la leyenda del
“niño malcriado y díscolo” incapaz de admitir profesor y cómo se impuso
Simón Rodríguez. Durante cuatro años, “alumno y maestro formarán una
perfecta asociación de teorías y voluntades; amistades entrañables y
goces estéticos de libertad”.
Su educación fue
complementada con lecciones de historia y cosmografía impartidas por
Andrés Bello, hasta su ingreso a los 15 años como alférez de Milicias de
Blancos de los Valles de Aragua, extendido por el rey Carlos IV de
España. Así dejó la casa de Caracas.
Su primera
carta, de viaje rumbo a Europa, está dirigida a su tío Pedro Palacios:
“Veracruz, 20 de marzo de 99. Estimado tío mío: mi llegada á este puerto
ha sido felismente, gracias á Dios: pero nos hemos detenido aquí con el
motivo de haber estado bloqueada la Abana y ser preciso pasar por allí;
de sinco nabios y once Fragatas Yngleces”. Termina disculpándose:
“Usted, no extrañe la mala letra, pues yo la hago mediana mente pues
estoi fatigado del movimiento del coche en q.e hacabo de llegar, y por
ser mui ala ligera la he puesto mui mala y me ocurren todas las especies
a un golpe. Expresiones a mis ermanos y en particular a Juan Vicente
q.e ya la estoi esperando a mi amigo D.n Manuel de Matos y enfin atodos a
quien yo estimo. Sumas atento Serbidor y su yjo. Simon Bolivar”. Para
Libermann, esas “notorias deficiencias” de ortografía “no ocultan los
firmes rasgos de una escritura, de una personalidad con tendencia al
orgullo, la voluntad y el mando”.
Con 16 años, en
España fue invitado a jugar en el Palacio Real con el Príncipe de
Asturias, futuro rey Fernando VII. “Bolívar, casualmente le golpeó la
cabeza con la pelota... y el príncipe se enojó. Entonces la reina, le
obligó a continuar el juego”; ella tenía claro que eran muchachos
divirtiéndose. Años después, Bolívar diría: “Quién iba a pensar que
aquel incidente era un presagio de que yo debía arrancarle la más
preciada joya de su corona”, recopila Carlos Gómez-Cornejo en Figuras
ejemplares.
Datos necesarios
Metro •
La casa museo está a tres cuadras de la estación del metro Capitolio
por la esquina La Bolsa. Hay que avanzar por la Av. Universidad.
Caminata •
En el trayecto se pasa por la Asamblea Nacional, el Concejo Municipal,
frente a la plaza Bolívar, hasta la esquina con la pequeña plaza de San
Jacinto.
Lejos de su hogar
Bolívar tenía 47 años, 5 meses y 23 días a la hora de su muerte en
Cartagena. Era el 17 de diciembre de 1830. A fin de 2012 se cumplirán
182 años del fallecimiento de quien fue el primer Presidente de Bolivia.
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