Es licenciada en Administración Turística de la Universidad Católica
Boliviana. Trabajó en empresas como Turismo Balsa, Cocotuba y otras más
pequeñas. “Cuando empezó la época de los bloqueos tuve que dejar este
empleo. Mi vida cambió. Me casé. Con mi esposo nos conocemos hace 20
años”, relata la artesana.
Los siguientes pasos en su vida profesional estarían marcados por sus
dos embarazos. “Siempre me gustó hacer manualidades y empecé a hacer
cotillones y piñatas. No me fue bien porque los diseños resultaron muy
caros en cuanto a material y tiempo utilizado. Luego hice chocolates, me
fue bien”, recuerda. Fue su padre quien la alentó a elaborar joyas.
Adquirió la maquinaria necesaria, pasó cursos en la Joyería Velásquez,
ubicada en el barrio paceño de San Miguel, hoy cerrada, y se lanzó a
hacer sus propios diseños.
Las tendencias y modas cambian constantemente. Las joyas tejidas con
hilos de plata 950 y combinadas con huayruros, considerada una semilla
amazónica de buena suerte, la diferencian en un mercado local en el que
hay bastante bisutería extranjera y joyas de plata y oro que ganaron
espacio en joyerías reconocidas.
“Empecé con diseños cristianos, ichtus, pescaditos y cruces, pero tuve
que parar porque no podía usar ácidos ni la maquinaria, pues estaba
embarazada”, dice y luego enfatiza que esto no le impidió seguir
capacitándose. Una señora —de la que sólo recuerda que se llamaba Betty—
le enseñó las técnicas del tejido con hilos de plata. “El único
problema es que yo soy zurda”. Aprendió la forma de tejer con la mano
derecha y luego a practicar con la izquierda. Hoy, sus puntos son una
mezcla de diestros y zurdos. “Son únicos”, afirma orgullosa.
Su técnica la mejoró con las clases de su madre. “Ella sabe hacer
puntos en tejidos de lana e hilos de plata”. Hoy elabora sus joyas
compartiendo con sus dos pequeños hijos. “Uno se duerme y el mayor me
pasa las bolitas”, cuenta mientras divide su atención entre el fotógrafo
de La Razón, su hijo menor y las demandas de atención del mayor.
Sabe que tiene competencia con la bisutería que se vende a precios
bajos y por el momento, asegura, sus joyas tienen un precio accesible a
pesar de que debe adquirir la materia prima del Perú porque no hay ese
producto en el país y los hilos que le ofrecen no le dan la garantía de
que sea plata 950 (casi pura).
Según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, se compró al
Perú en 2009 unos 1.656 productos; entre ellos barras de hierro,
pañales, jabones, placas de plástico, envases, perfiles de hierro, óxido
de zinc, galletas, perfumes, urea, fibras sintéticas, formas
semilabradas de oro, leche evaporada, bisutería, alambre de púas y
máquinas.
La primera
gran venta de Mendoza fueron pulseras tejidas con el detalle de monedas
bolivianas de Bs 5. La compradora fue una chilena. Ahí nació Kami. Hoy
tiene una oferta amplia y elabora joyas a pedido. “Tengo buena clientela
en Alemania. Mi prima es el contacto. Vendo medio centenar de piezas a
fin de año”.
La Materia prima llega del Perú
- Los hilos de plata son adquiridos del Perú. “Son más garantizados”, asegura Karina Mendoza. “La plata potosina me sirve para hacer los armazones”, pero “prefiero los hilos peruanos”.
- Joyas Kami también está en la red social Facebook.
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