La instalación, hace 18 años, de un vivero de
copoazú en Rosario del Yata, una comunidad beniana, marcó el inicio de
una revolución agroforestal que hoy beneficia a un millar de familias y
busca expandirse por toda la región amazónica.
Este
trabajo, liderado por el Instituto Para el Hombre, Agricultura y
Ecología (IPHAE), implicó un cambio de la lógica extractivista hacia la
adopción de un sistema de producción integral y sostenible de los
recursos del bosque, que además permitió a comunidades de Beni y Pando
llegar con sus productos a Brasil y Francia.
“La
cultura productiva del norte boliviano siempre fue extractivista. Por
ejemplo, recoger los frutos de la castaña y tener una agricultura de
simple subsistencia con arroz, maíz y yuca. En los años 90 se abrió la
mente a la importancia del manejo integral de los recursos del bosque y
el uso de sistemas agroforestales. Se enseñó a los comunarios a sembrar y
cultivar plantas frutales en sus chacos, y se los capacitó en el
fortalecimiento organizativo”, explica Armelinda Zonta, una de las
impulsoras de IPHAE.
Ingresos. Zonta recuerda que en
esa época la castaña era una opción económica no muy bien remunerada.
“Los ingresos de las familias eran de $us 500 por año. Había mucha
pobreza y una gran necesidad de buscar una opción económica compatible
con el medioambiente, la cultura y las posibilidades del mercado”.
Desde entonces, IPHAE, con el apoyo de la Unión Europea y la Fundación
Hivos, introdujo el sistema agroforestal con la instalación del primer
vivero piloto de copoazú en la comunidad beniana de Rosario del Yata.
Cristhian Noco, de la comunidad Santa María (Beni), fue uno de los
beneficiados. “Antes sólo sembraba arroz, yuca y maíz para el consumo de
mi familia. No convenía producir más pues no eran productos muy
valorados aquí. Quedábamos con hambre porque llegaba agosto y se había
terminado ese alimento. Ahora diversifiqué mi chaquito y tengo, además,
frutas como el copoazú y el majo, lo que me permite tener ingresos
extras. Aprendí a manejar estas plantas, desde la siembra, el manejo
(podado y limpieza) y su cosecha”, explica.
Hoy el
precio por kilo de copoazú en Riberalta es de Bs 2. En promedio un
productor cosecha unos 3.000 kilos en una zafra de tres meses y obtiene
ingresos por unos Bs 6.000. El año pasado, la empresa Madre Tierra
Amazonía SRL, desde Riberalta, exportó al mercado de Brasil tres
toneladas de copoazú procesado.
En Santa María viven
96 familias, de las cuales 40 consolidaron el uso de sistemas
agroforestales en sus parcelas. Este trabajo se replica en varias
comunidades de la Amazonía beniana y pandina. Actualmente, un millar de
familias introdujo con éxito el cultivo de especies como el copoazú,
majo, cayú, asaí y cítricos.
El desarrollo de estas
cadenas productivas, el fortalecimiento organizacional y la incidencia
en políticas públicas a través del fortalecimiento de federaciones,
centrales indígenas y comunidades campesinas han sido encarados por
instituciones como IPHAE, Cipca, CEJIS y FAN.
Este
apoyo permitió abrir oportunidades. La pulpa del copoazú llega a Santa
Cruz y Cochabamba, y su manteca es exportada a Brasil, donde es
utilizada por la empresa de cosméticos Natura. El aceite de majo llegó
hasta Francia. La apertura de mercados fue lograda por Madre Tierra
Amazonía, cuya apuesta está en el asaí, fruto del palmito muy apetecido
por su valor nutritivo.
Proyectos. “El manejo
forestal comunitario ya se ha consolidado y no se discute. Ahora hay que
fortalecer esta iniciativa y buscar un manejo integral de los recursos
del bosque”, asegura Fortunato Angola, director de IPHAE. Lentamente las
municipalidades y las comunidades impulsan este sistema de producción
sostenible. Los comunarios de Buen Futuro (Pando) acaban de presentar un
proyecto al Gobierno nacional para contar con su propia planta
industrializadora, con una inversión de más de dos millones de
bolivianos. En Guayaramerín (Beni) Cáritas, con apoyo técnico de IPHAE,
instaló una planta despulpadora en la que trabaja una treintena de
mujeres.
Pero el desafío de llegar con rapidez a los
mercados se enfrenta a la falta de vinculación caminera del territorio
amazónico. Esto frena el impulso de los productores. El fruto cosechado
se acopia en Riberalta. Unas 30 horas puede tardar el transporte en
llegar durante la época de lluvia (cosecha). Luego, el producto
procesado, como la pulpa congelada de copoazú, sólo puede utilizar el
transporte aéreo para llegar a las grandes capitales del país y su alto
costo los dejaría sin ganancias.
Uso integral del bosque
La agroforestería apuesta al uso integral de recursos del bosque,
dejando atrás el monocultivo y la agricultura extensiva. Mejora la
productividad de las tierras, es ecológicamente sustentable, protege el
suelo, el reciclaje de nutrientes y diversifica la producción.
Más valor con polvo orgánico liofilizado
Con el objetivo de brindar mayor valor agregado a la producción de los
frutos amazónicos, la empresa Madre Tierra Amazonía está en una etapa de
experimentación con el proceso de liofilización, que permite
deshidratar el fruto a través de un proceso en el que se congela el
producto y luego se introduce en una cámara de vacío para realizar la
separación del agua por sublimación. Así se elimina el agua desde el
estado sólido al gaseoso del ambiente sin pasar por el estado líquido.
“Buscamos tener un producto seco para llegar a grandes mercados en
pequeños volúmenes, pero con gran valor agregado. Esto significará
mayores ingresos para los productores”, explicó Álvaro Suárez, gerente
general de la firma.
Madre Tierra ya cuenta con
muestras de asaí y copoazú, las cuales han sido enviadas a empresas
nacionales y extranjeras para su evaluación. “Hicimos compras de fruto
en comunidades como Santa María, Buen Retiro, San Carlos y Contravaricia
para asaí, y otras 40 comunidades para copoazú. Ahora estamos listos
para abrir mercados, para hacer energizantes y antioxidantes a gran
escala”, explicó Suárez. El liofilizado lo realiza en Santa Cruz el
Grupo Cuéllar, que se dedica al liofilizado de manzanas, bananos y ahora
asaí.
El asaí ha sido catalogado como uno de los
frutos más nutritivos del mundo. Contiene 15 veces más antioxidantes que
la uva y el doble que el arándano. La tala indiscriminada de la palmera
(para extraer palmito) casi extermina la planta de la Amazonía
boliviana. Actualmente se impulsa su producción. El precio del kilo de
pulpa de asaí varía entre Bs 15 a Bs 20 en el mercado local. En Santa
Cruz llega a costar entre Bs 25 a Bs 35 el kilo.
Desde jabones hasta mermeladas. Así de múltiple es el copoazú,
introducido en Bolivia hace 18 años desde Brasil. Un productor cosecha
unos 3.000 kilos en una zafra de tres meses y logra un ingreso de Bs
6.000. De la palma real se pueden extraer varias fuentes de materia
prima. Los productores reciben Bs 2 por kilo. El aceite es utilizado
para la elaboración de cosméticos. Tiene un precio de Bs 140 por litro y
la pulpa llega a costar Bs 10.
Avanza la exportación de productos amazónicos
Riberalta (Beni) es la sede de la empresa Madre Tierra Amazonía SRL,
emprendimiento que tiene como accionistas mayoritarios a productores de
las provincias Vaca Díez (Beni ) y Madre de Dios (Pando). La firma, que
fue creada en 2002 como parte del proyecto de IPHAE financiado por Hivos
y la Unión Europea, funciona en el Centro Amazónico de Procesamiento de
Alimentos Madre Tierra cuenta con activos valorados en Bs 600 mil. La
Asociación de Productores y Productoras Agroforestales Amazónicos Vaca
Díez cuenta con el 40% de las acciones de la empresa. Y la Asociación de
Productores Agroforestales Ecológicos Madre de Dios tiene el 30%. Son,
en total, 200 productores que se benefician de Madre Tierra.
Con una venta bruta anual de $us 70 mil, es la receptora principal de
la producción agroforestal de las comunidades amazónicas. Para este año
se prevé consolidar las exportaciones principalmente de aceites y
mantecas vegetales amazónicas con sello Orgánico a Estados Unidos,
Brasil, Europa y Japón.
Svetlana Salvatierra
Publicado en El Financiero, 20 enero 2013
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