— ¿Por qué es importante la agroecología?
— Tengo una opinión sesgada (sonríe). La agroecología es una ciencia.
Es fundamental para la sobrevivencia de la humanidad porque el modelo de
agricultura industrial que domina el 90% de las 1.500 millones de
hectáreas (del mundo) está agotado; produce el 30% de los gases
invernadero, no está interesado en producir alimentos sino biomasa,
biocombustible, bioplástico, biofármacos y deja una huella tremenda en
su impacto ambiental por el uso de agrotóxicos, fertilizantes,
transgénicos, sigue una lógica netamente mercantilista guiada por
grandes intereses multinacionales. Son cinco las multinacionales que
controlan todas las semillas comerciales. Y es vulnerable al cambio
climático; por ejemplo, vimos en Estados Unidos la peor sequía en 50
años y la agricultura transgénica de maíz y soya tuvo una pérdida del
rendimiento del 30%.
— ¿La agricultura industrial a cuánta gente alimenta en el mundo? ¿y el resto?
— Alimenta al 30% de la población. La agricultura campesina mundial,
que son 1.500 millones de campesinos en 380 millones de fincas
controlando el 20% de la tierra, alimenta al 50% de la población. Son
cifras contundentes.
— ¿Ambas agriculturas pueden seguir conviviendo?
— Pueden, siempre y cuando la agricultura industrial no fuera tan
avasalladora como es. Hay que ponerle freno al proceso de acaparamiento
de tierras, de extranjerización. Me llamó la atención que en Bolivia el
60% de la soya transgénica está en manos de colombianos, brasileños y
paraguayos. En África hay 80 millones de hectáreas que están en manos de
multinacionales que están produciendo biocombustibles pero no para los
africanos. En Chile, recién estuve allí, una de las bases del conflicto
con los mapuches (indígenas) es que las multinacionales de vino y
eucalipto que rodean a las comunidades extraen mucha agua y secan las
cuencas. No puede existir convivencia bajo esas condiciones, tendría que
territorializarse, planificarse una zona para la agricultura industrial
y la zona campesina.
— ¿Mucha voluntad política?
— Claro. Ustedes en este país tienen el marco político. Tienen una
Constitución, poseen leyes por imperfectas que sean, tienen la voluntad
política hasta cierto punto en el discurso, hay cooperación
internacional interesada, el Gobierno tiene un consejo de producción
ecológica, tienen a los campesinos organizados, a las organizaciones no
gubernamentales. Hay que hacer una estrategia muy bien planificada con
proyectos pilotos para poder expandir la agroecología a nivel nacional.
— En Bolivia tenemos casos exitosos de producción orgánica y sus altos precios los llevan a la producción industrial...
— Entiendo que la quinua siendo un cultivo tradicional ahora se maneja
como un monocultivo, lo mismo con la hoja de coca que usa pesticidas y
ahí es donde tiene que entrar el Gobierno protegiendo. A la agricultura
campesina no se trata de crearle leyes, sino hay que protegerla de estas
fuerzas internacionales neoliberales que están llegando. Tiene que
darse un tratamiento especial a la agricultura campesina porque son los
responsables de la soberanía alimentaria, la conservación de la
agrodiversidad y la identidad cultural. Por ejemplo, Brasil tiene soya
transgénica, caña de azúcar y un ministerio de desarrollo agrario, leyes
y apoyo a la agricultura familiar con compras adelantadas del 30% de la
producción de campesinos; reconocieron que 4,7 millones de familias
producen el 70% de alimentos de ese país. Es estratégico.
— ¿Cuál es la diferencia entre producción orgánica, comercio justo y agroecología?
— Hay una gran diferencia. Mucha de la agricultura orgánica no se basa
en la agroecología: es básicamente una sustitución de insumos; se cambia
el paquete tecnológico, químico por uno orgánico; está todo destinado
para la exportación o mercados elitistas. La agroecología está inserta
en lo que es la seguridad alimentaria; básicamente es el derecho de los
países de producir con prioridad alimentos locales y que puedan
exportar. Pero para eso tiene que haber una reforma agraria, apoyo del
Estado, prácticas agroecológicas. El problema es que por mucha voluntad
política que haya no se tiene a los técnicos, son todos técnicos
convencionales.
— ¿Cuál la gran
diferencia entre la agricultura industrial y la agroecológica, si ambas
deben cuidar el medio ambiente y ser sustentables?
— Lamentablemente la producción orgánica simplemente está siguiendo los
signos del mercado. En California, de donde yo vengo, el 3% de los
agricultores orgánicos controlan el 65% de las ventas, ya se
corporativizó. Las grandes multinacionales pueden hacer agricultura
orgánica y ahí se pierde el sentido de la agroecología: apuntar a la
soberanía alimentaria.
— ¿Qué se debe entender por soberanía alimentaria?
— Hay que diferenciarla de seguridad alimentaria. Por ejemplo,
Venezuela importa casi toda la comida porque tiene el dinero para
comprar, pero se pone en una situación muy vulnerable como cuando se dio
la sequía en Rusia y tuvieron que ir a Canadá a adquirir trigo y les
dijeron que ya tenían otros países compradores y pagaron el doble. La
soberanía alimentaria es un concepto que trata a la alimentación como un
derecho humano y no se puede regir por las mismas leyes del mercado.
Segundo, se trata de que las naciones o comunidades definan sus
estrategias de agroecología sin intervención de afuera. Tercero, que se
priorice la producción nacional, productos sanos, accesibles, a precio
justo no barato para consumidores y productores, acceso a la tierra, a
la semilla, al agua, a los servicios del Gobierno que apoyen esa
iniciativa.
— ¿Y quién dará el primer paso?
— El pueblo organizado. Los consumidores pueden jugar un papel muy
importante, tienen que ir mas allá de que lo orgánico o agroecológico es
más sano y no tiene pesticidas, tiene que reconocer que la agricultura
campesina beneficia a la sociedad de otras maneras. Así como existe la
función social de la tierra debemos pensar en la función social del
campesinado, una serie de roles que no apreciamos. Yo, al comer estoy
cometiendo un acto político y ecológico: cuando como la comida del
campesino agroecológico estoy enfriando al planeta y apoyando un modelo
más justo que enfrenta al cambio climático. Así se va a generando
conciencia.
Perfil
Nombre: Miguel Altieri
Profesión: Agrónomo
Cargo: Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Agroecología
Impulsor de la agroecología
Nació en Chile. Estudió Agronomía en su país y obtuvo su PhD en
Entomología en la Universidad de Florida (1979), además es profesor de
Agroecología de la Universidad de California, Berkeley. Como
investigador tiene unas 200 publicaciones, entre ellas están
Agroecología. Bases científicas para una agricultura sustentable y
Biodiversidad y manejo de plagas en los agroecosistemas. Su trabajo
promueve la Agroecología como una disciplina que desarrolla los
principios ecológicos básicos para estudiar, diseñar y manejar
agroecosistemas sustentables.Participa en programas de trabajo con la
Red de Trabajo para la Agricultura Sustentable del PNUD y varias redes
de ONG.
Svetlana Salvatierra
Publicado en El Financiero, 10 de febrero 2013
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